A eso de las 7, ya estábamos pasando la tranquera del campo. Yo iba con el 300 y mi hijo con su 308.
Hicimos el primer arrime a una manada de unos 50 animales, tuvimos que meternos en un bañado para poder achicar la distancia sin ser vistos, asi, con el agua a la rodilla, nos pusimos a unos 120 metros, mi hijo se afirmó entre los juncos en una posición incómoda y le erró a un macho muy bonito; el tiro provocó un desvande terrible y no quedó un solo bicho a la vista. A caminar como locos buscando llegarles desde otro punto a un grupito que pastaba a unos 1000 metros, un nuevo acercamiento nos acercó a unos 180 metros tapandonos entre un cardal, me afirmé y puse a uno en la mira, pero nos vieron y desaparecieron en un segundo.
Así anduvimos tras ellos durante toda la mañana sin lograr tumbar ninguno; siempre nos aventajaban dejándonos con las ganas.
A eso de las 14 hs, divisamos en un bajo, a unos 800 metros, un grupo de hembras, pichones y dos machos, uno de ellos tirable. Hacia allí arrancamos.
La cosa se puso fea ya que nos separaba un cuadro medio pelado y luego un amplio cardal, nuestra única oportunidad; yo ya sentía las piernas cansadas pero valía la pena el intento. Agachados acortamos distancia unos 150 metros; el resto lo deberíamos hacer gateando entre los cardos; pensé para mis adentros, lo que cuesta vale, y nos largamos entre los cardos de rodillas pinchándonos hasta las b.... Llegamos hasta unos 200 metros de los animales, al mirar por los binoculares, vimos otro macho muy bueno echado, gateamos unos metros mas y me acomodé rodilla en tierra con el bípode. Lo tenía en la mira, a unos 163 metros según mi telémetro, el muy turro no se levantaba mas y yo ya estaba acalambrado; en un momento luego de unos 15 minutos, se levantó dándome el perfil, ubiqué el retículo en la paleta el le mandé los 180 grain de la Hornady SP del 300; se escuchó fuerte y claro el bolsazo y el animal se desplomó como tocado por un rayo, ni pataleó el loco.
Luego de las fotos, cargamos en antílope en la camioneta y nos dirijimos a otro cuadro; a unos 500 metros vimos una manada grande pero casi todas hembras, solo cuatro machos tirable. Otra vez nos encontrábamos en cuatro patas, pero antes de llegarles arrancaron, mi hijo se levantó caliente como una pipa y le sacude plomo a uno de los machos a la carrera, erra, acerroja y vuelve a disparar, se siente el bolsazo y el animal que se desparrama.
No se imaginan la alegría que sentí en ese momento, y la de mi hijo ni les cuento. El tiro le entró atrás (tiro al culo) haciendo desastres adentro del animal, un tiro que ni yo podía creeer y a casi 200 metros!!!!!!
Muertos de calor, con sed, cansados, espinados, pero llenos de alegría por la jornada vivida, pegamos la vuelta a eso de las 5 de la tarde.
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