"MALDITO CHAIRGUN"
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"MALDITO CHAIRGUN"
Buenas tardes. Les dejo un relato de Pascuas, tiempo durante el que(según mis compañeros de caza) no se debe abatir ningún "bicho".
MALDITO CHAIRGUN
Caía la tarde del domingo y las cortinas de Diana se cerraban, obligadas por las golondrinas que revoloteaban cargosas, espantando los postreros rayos de luz.
Crucé el rifle sobre el hombro derecho enfilando al campamento y cuando empezaba a sentir el frío punzante del acero sobre la nuca, alcancé a ver con el rabillo del ojo a un pato crestudo que revoloteaba a mi izquierda, sobre un potrerito triangular, hasta posarse en el suelo oscuro apisonado por la ternerada que comía a destajo en unos comederos improvisados.
Tenía una docena de turcas en el cogotero, lo que resultaría en varias docenas de empanadas y sin embargo a pesar del éxito, una nueva inquietud empezaba a golpear a mi puerta. ¿Podría semejante mole ser mi trofeo? Era un pato descomunal de más de tres kilos, como pocas veces había visto y a medida que me alejaba, mientras la oscuridad velaba el camino y obligaba a echar mano a la linterna, la figura del ave continuaba agrandándose en mi retina.
Con el correr de la semana fui dando forma a la ambiciosa idea de que si podía alcanzar con un disparo certero (y de cerca) al ave, conseguiría abatirlo aunque el arma, un viejo HW35, no fuera ni por cerca recomendable para tal fin.
Aquel noble rifle, comprado en la desaparecida “Armería Canigó” de la calle Caseros hacía más de veinticinco años, me había dado presas de todo tipo gracias a una precisión envidiable, aunque sus días de gloria, al menos estéticamente, habían caducado. Tenía montada una vieja “Norconia” en la que se podía leer bastante nítido: “Made in Germany” aunque era más china que Pekín y si algo opaco existía, eran sus lentes. Lo calibré lo mejor que pude entre semana, a unos doce metros y en un viejo pasillo abarrotado de cachivaches que solo admitía el paso de una persona. Un solo agujerito en el diez, era el mudo testigo del paso de cinco balines que el viejo cañón había dirigido, casi con la maña de un sastre que enhebra una aguja, hasta achatarse en una antigua caseta de luz que oficiaba de cazabalines. Y todo con una intención que cada vez cobraba más fuerza: alzarme con el ave más grande que había cazado jamás.
La idea poco a poco iba tomando forma, como las piezas de un rompecabezas que se juntan providencialmente, aunque no podía resolver un gran inconveniente; el de cómo haría para arrimarme sin ser detectado por los radares que proverbialmente acompañan a éstas aves y más aún tratándose de un animal viejo y sobreviviente de quién sabe de cuántos tiroteos. De verdad la empresa era imposible, recechar a un macho crestudo viejo era tarea inútil. Guardé el rifle y mientras cerraba la cremallera del cierre, miraba el arma como preguntándole si se animaba y casi hasta me pareció oír que el viejo cañón me imploraba por una oportunidad.
Aquella noche al acostarme pensé en cambiar de estrategia, intentaría esperarlo escondido, para lo cual recordé lo mejor que pude el terreno de caza, intenté acomodar las imágenes en un mapa tal como la memoria lo iba dictando: uno a uno árbol por árbol, poste por poste y hormiguero por hormiguero. Nada, no apareció nada, no encontraba escondite alguno en un radio de veinte metros para poder esperar con alguna posibilidad al pato sin ser detectado. De pronto, asaltó mis pensamientos la figura de un viejo brete, construido en tablas de algarrobo que de tan evidente y burdo, me había pasado desapercibido. Se habría una posibilidad nueva...
La manga con el brete se ubicaban en un extremo del corral y estaban flanqueados por un par de talas enormes que enviaban la sombra del Sol del Este sobre la añosa construcción. La sombra… Otro punto a favor. Pero, ¿pasaría el tubo del arma y la mira por alguna hendija entre los tablones? ¿Entraría sentado en el pasillo estrecho? Y lo que es peor: ¿Cómo me atrevería a pedir permiso para meterme a cazar en la “Sancta Sanctórum” del recinto visitado por la hacienda? ¡Listo! No se le da más vueltas al asunto. ¡Punto final! (pensé para mi mismo) y me dediqué a dormir que en definitiva era lo que había ido a hacer.
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El domingo me encontró nuevamente en el lugar de caza, un valle húmedo en medio de los cerros al que atraviesan dos o tres acequias para riego y luego de saludar al capataz y cambiarme para la acción con las turcas que ya revoloteaban de árbol en árbol, comencé a enfilar rumbo al apostadero, cuando una vos conocida retumbó detrás mío: ¡Pero qué cuenta el maestro! ¿Cómo anda? Era el dueño del campo con el que nos pusimos a intercambiar unas palabras sin trascendencia, cuando de repente me dijo: ¿Qué no ha visto los patos torterudos la otra vez?
-“Sí, por supuesto, pero no encontré cómo cazarlos”. Le contesté mientras enviaba una plegaria velada con la mirada.
- “Y cómo no se ha avivao y se ha camuflao en la manga, pues”. Lanzó desafiante.
-“Sí, lo`i pensao pero como estaba la hacienda…”Deslicé suavecito.
-Pero mi amigo, yo sé a quién doy permiso… usted no me va a balear un ternero… y si lo balea lo comemos y listo, pues.
-“Bueno, muchas gracias. Ya veo cómo hago” Contesté con algo de vergüenza mientras el corazón se aceleraba más que mis pies.
Bueno, entonces continuamos con lo del pato-pensé- Empujado por el entusiasmo trepé como pude el enorme alambrado de diez hilos, el arma en la izquierda, la mochila puesta y con la derecha, haciendo equilibrio me iba agarrando uno a uno de los alambres hasta cruzar y luego con los pies casi flotando caminé hasta la puerta de la vieja manga y al ingresar descubrí (para mi disgusto) que por entre las hendiduras de las tablas solo pasaba el cañón y parte del tubo, pero no la mira. Y eso no era todo, el pasillo era más estrecho de lo imaginado. No importaba gran cosa, ya lo arreglaría.
Me senté como pude en posición de “indio” y asomé el cañón del vetusto “alemancito” por entre los tablones. El rifle estaba cargado y listo para tirar, (porque un pato se vuela si escucha el “click” del seguro) apuntando hacia el hipotético lugar donde se había asentado el ave hacía una semana y dispuesto para una larga espera, relajé mis hombros lo más que pude. Entre tanto, turcas, sachas y patos silbones bajaban como nunca a dar cuenta de los granos de maíz arrebatándoselos alos terneros, en una tarde de invierno soleada como pocas. Observaba la situación con desdén mientras la yema del dedo índice jugaba acariciando en vaivén la cuadriculada del arco guardamonte. Semejante película no era fácil de admitir: ¿Y si el pato no se presentaba? ¿No estaré despreciando lo que la “Pachita” me ofrece?¿Tanto esperar para volver sin nada? En estos pensamientos me encontraba, mientras el Sol se iba acurrucando como un perro fiel contra las lomas anaranjadas del Oeste, cuando casi por arte de magia los terneros, en fila, se fueron alejando a un tingladito vecino. De pronto se escuchó el “Flu- Flu-Flu” típico de las alas del pato posándose sobre el suelo. Decir que el corazón me galopaba es poco y tuve que hablarme a mí mismo con severidad para calmarme: ¿”Que no has venío a esto”? ¿Has esperao toda la tarde para arrugar? “Y ahora bajá tu pulso chango, ojo con el gatillo y ya sabes qué hacer después del tiro…
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El gigantesco animal observaba inmóvil y desconfiado el brillo de la lente con una pupila negra enorme, recortada sobre un increíble blanco, todo magnificado por lo tenso de la situación. Del otro lado quien escribe, elegía posar la delgada cruz del retículo justo detrás del ojo y esperaba un movimiento confiado del pato para iniciar la cuenta regresiva. El ave agachó la enorme cabeza y antes de picotear unos granos del suelo, volvió a dirigir el ojo hacia la manga y ya la yema de mi dedo se había devorado el primer tiempo del viejo “Record”. El tiempo se detuvo en segundos que parecieron años hasta que el “trum” propio del resorte saltando hacia adelante se dejó de oír. En ese mismo instante escuché un ruido seco, propio del impacto sobre la cabeza del ave y antes que despegara la mirada del ocular, observé con el ojo izquierdo que tenía entreabierto, cómo aleteaba desesperadamente el pato por subir. Cuando por fin mis ojos y los demás sentidos reconocieron la situación, pude ver como el pato aleteaba en franco ascenso. ¿Le habré peinao el mate?-pensé. “Ya va a caer”. Lo seguí atentamente con la mirada pero no cayó ni mucho menos mostró alguna señal de haber sido impactado. Pero… ¿Y el ruido a tiro pegao?
Me levanté abatido e incrédulo. Si todo había sido ejecutado como en un manual, ¿Qué pasó entonces? Me puse en cuclillas tratando de repetir la trayectoria del tiro y salí caminando hasta encontrar el balín incrustado en una trabilla del alambrado, justo a la altura donde había estado el blanco y tranqueando los pasos conté unos veinticinco metros. Esa era la distancia a la que solía fallar mientras mis compañeros me cargaban por pegar de lejos y errar a media distancia. Justo la distancia máxima en la que la curva del disparo llegaba a su máximo ascenso, unos tres centímetros por encima de donde apuntaba. Solo una variable importante se me había pasado por alto. No lo había advertido porque la visión del lugar me quedaba limitada a la observación por la mira. Me sentía como si hubiera pateado el penal del campeonato afuera.
Metí la mano en la mochila, saqué la linterna y lentamente emprendí el regreso mientras pretendía vanamente (como siempre) calificar los hechos de la vida como justos o injustos intentando justificar mis conclusiones de mil modos distintos.
Felizmente hoy es posible, con una sola mirada a un gráfico balístico, que un tirador principiante pueda tener en cuenta no solo el detalle que me llevó al error sino muchos otras variables que anteriormente llevaban años de historias transmitidas en campamentos y pruebas balísticas de todo tipo, cuando quien escribe(y algunos de los que leen) jamás hubiera soñado con el famoso “Chairgun”.
MALDITO CHAIRGUN
Caía la tarde del domingo y las cortinas de Diana se cerraban, obligadas por las golondrinas que revoloteaban cargosas, espantando los postreros rayos de luz.
Crucé el rifle sobre el hombro derecho enfilando al campamento y cuando empezaba a sentir el frío punzante del acero sobre la nuca, alcancé a ver con el rabillo del ojo a un pato crestudo que revoloteaba a mi izquierda, sobre un potrerito triangular, hasta posarse en el suelo oscuro apisonado por la ternerada que comía a destajo en unos comederos improvisados.
Tenía una docena de turcas en el cogotero, lo que resultaría en varias docenas de empanadas y sin embargo a pesar del éxito, una nueva inquietud empezaba a golpear a mi puerta. ¿Podría semejante mole ser mi trofeo? Era un pato descomunal de más de tres kilos, como pocas veces había visto y a medida que me alejaba, mientras la oscuridad velaba el camino y obligaba a echar mano a la linterna, la figura del ave continuaba agrandándose en mi retina.
Con el correr de la semana fui dando forma a la ambiciosa idea de que si podía alcanzar con un disparo certero (y de cerca) al ave, conseguiría abatirlo aunque el arma, un viejo HW35, no fuera ni por cerca recomendable para tal fin.
Aquel noble rifle, comprado en la desaparecida “Armería Canigó” de la calle Caseros hacía más de veinticinco años, me había dado presas de todo tipo gracias a una precisión envidiable, aunque sus días de gloria, al menos estéticamente, habían caducado. Tenía montada una vieja “Norconia” en la que se podía leer bastante nítido: “Made in Germany” aunque era más china que Pekín y si algo opaco existía, eran sus lentes. Lo calibré lo mejor que pude entre semana, a unos doce metros y en un viejo pasillo abarrotado de cachivaches que solo admitía el paso de una persona. Un solo agujerito en el diez, era el mudo testigo del paso de cinco balines que el viejo cañón había dirigido, casi con la maña de un sastre que enhebra una aguja, hasta achatarse en una antigua caseta de luz que oficiaba de cazabalines. Y todo con una intención que cada vez cobraba más fuerza: alzarme con el ave más grande que había cazado jamás.
La idea poco a poco iba tomando forma, como las piezas de un rompecabezas que se juntan providencialmente, aunque no podía resolver un gran inconveniente; el de cómo haría para arrimarme sin ser detectado por los radares que proverbialmente acompañan a éstas aves y más aún tratándose de un animal viejo y sobreviviente de quién sabe de cuántos tiroteos. De verdad la empresa era imposible, recechar a un macho crestudo viejo era tarea inútil. Guardé el rifle y mientras cerraba la cremallera del cierre, miraba el arma como preguntándole si se animaba y casi hasta me pareció oír que el viejo cañón me imploraba por una oportunidad.
Aquella noche al acostarme pensé en cambiar de estrategia, intentaría esperarlo escondido, para lo cual recordé lo mejor que pude el terreno de caza, intenté acomodar las imágenes en un mapa tal como la memoria lo iba dictando: uno a uno árbol por árbol, poste por poste y hormiguero por hormiguero. Nada, no apareció nada, no encontraba escondite alguno en un radio de veinte metros para poder esperar con alguna posibilidad al pato sin ser detectado. De pronto, asaltó mis pensamientos la figura de un viejo brete, construido en tablas de algarrobo que de tan evidente y burdo, me había pasado desapercibido. Se habría una posibilidad nueva...
La manga con el brete se ubicaban en un extremo del corral y estaban flanqueados por un par de talas enormes que enviaban la sombra del Sol del Este sobre la añosa construcción. La sombra… Otro punto a favor. Pero, ¿pasaría el tubo del arma y la mira por alguna hendija entre los tablones? ¿Entraría sentado en el pasillo estrecho? Y lo que es peor: ¿Cómo me atrevería a pedir permiso para meterme a cazar en la “Sancta Sanctórum” del recinto visitado por la hacienda? ¡Listo! No se le da más vueltas al asunto. ¡Punto final! (pensé para mi mismo) y me dediqué a dormir que en definitiva era lo que había ido a hacer.
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El domingo me encontró nuevamente en el lugar de caza, un valle húmedo en medio de los cerros al que atraviesan dos o tres acequias para riego y luego de saludar al capataz y cambiarme para la acción con las turcas que ya revoloteaban de árbol en árbol, comencé a enfilar rumbo al apostadero, cuando una vos conocida retumbó detrás mío: ¡Pero qué cuenta el maestro! ¿Cómo anda? Era el dueño del campo con el que nos pusimos a intercambiar unas palabras sin trascendencia, cuando de repente me dijo: ¿Qué no ha visto los patos torterudos la otra vez?
-“Sí, por supuesto, pero no encontré cómo cazarlos”. Le contesté mientras enviaba una plegaria velada con la mirada.
- “Y cómo no se ha avivao y se ha camuflao en la manga, pues”. Lanzó desafiante.
-“Sí, lo`i pensao pero como estaba la hacienda…”Deslicé suavecito.
-Pero mi amigo, yo sé a quién doy permiso… usted no me va a balear un ternero… y si lo balea lo comemos y listo, pues.
-“Bueno, muchas gracias. Ya veo cómo hago” Contesté con algo de vergüenza mientras el corazón se aceleraba más que mis pies.
Bueno, entonces continuamos con lo del pato-pensé- Empujado por el entusiasmo trepé como pude el enorme alambrado de diez hilos, el arma en la izquierda, la mochila puesta y con la derecha, haciendo equilibrio me iba agarrando uno a uno de los alambres hasta cruzar y luego con los pies casi flotando caminé hasta la puerta de la vieja manga y al ingresar descubrí (para mi disgusto) que por entre las hendiduras de las tablas solo pasaba el cañón y parte del tubo, pero no la mira. Y eso no era todo, el pasillo era más estrecho de lo imaginado. No importaba gran cosa, ya lo arreglaría.
Me senté como pude en posición de “indio” y asomé el cañón del vetusto “alemancito” por entre los tablones. El rifle estaba cargado y listo para tirar, (porque un pato se vuela si escucha el “click” del seguro) apuntando hacia el hipotético lugar donde se había asentado el ave hacía una semana y dispuesto para una larga espera, relajé mis hombros lo más que pude. Entre tanto, turcas, sachas y patos silbones bajaban como nunca a dar cuenta de los granos de maíz arrebatándoselos alos terneros, en una tarde de invierno soleada como pocas. Observaba la situación con desdén mientras la yema del dedo índice jugaba acariciando en vaivén la cuadriculada del arco guardamonte. Semejante película no era fácil de admitir: ¿Y si el pato no se presentaba? ¿No estaré despreciando lo que la “Pachita” me ofrece?¿Tanto esperar para volver sin nada? En estos pensamientos me encontraba, mientras el Sol se iba acurrucando como un perro fiel contra las lomas anaranjadas del Oeste, cuando casi por arte de magia los terneros, en fila, se fueron alejando a un tingladito vecino. De pronto se escuchó el “Flu- Flu-Flu” típico de las alas del pato posándose sobre el suelo. Decir que el corazón me galopaba es poco y tuve que hablarme a mí mismo con severidad para calmarme: ¿”Que no has venío a esto”? ¿Has esperao toda la tarde para arrugar? “Y ahora bajá tu pulso chango, ojo con el gatillo y ya sabes qué hacer después del tiro…
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El gigantesco animal observaba inmóvil y desconfiado el brillo de la lente con una pupila negra enorme, recortada sobre un increíble blanco, todo magnificado por lo tenso de la situación. Del otro lado quien escribe, elegía posar la delgada cruz del retículo justo detrás del ojo y esperaba un movimiento confiado del pato para iniciar la cuenta regresiva. El ave agachó la enorme cabeza y antes de picotear unos granos del suelo, volvió a dirigir el ojo hacia la manga y ya la yema de mi dedo se había devorado el primer tiempo del viejo “Record”. El tiempo se detuvo en segundos que parecieron años hasta que el “trum” propio del resorte saltando hacia adelante se dejó de oír. En ese mismo instante escuché un ruido seco, propio del impacto sobre la cabeza del ave y antes que despegara la mirada del ocular, observé con el ojo izquierdo que tenía entreabierto, cómo aleteaba desesperadamente el pato por subir. Cuando por fin mis ojos y los demás sentidos reconocieron la situación, pude ver como el pato aleteaba en franco ascenso. ¿Le habré peinao el mate?-pensé. “Ya va a caer”. Lo seguí atentamente con la mirada pero no cayó ni mucho menos mostró alguna señal de haber sido impactado. Pero… ¿Y el ruido a tiro pegao?
Me levanté abatido e incrédulo. Si todo había sido ejecutado como en un manual, ¿Qué pasó entonces? Me puse en cuclillas tratando de repetir la trayectoria del tiro y salí caminando hasta encontrar el balín incrustado en una trabilla del alambrado, justo a la altura donde había estado el blanco y tranqueando los pasos conté unos veinticinco metros. Esa era la distancia a la que solía fallar mientras mis compañeros me cargaban por pegar de lejos y errar a media distancia. Justo la distancia máxima en la que la curva del disparo llegaba a su máximo ascenso, unos tres centímetros por encima de donde apuntaba. Solo una variable importante se me había pasado por alto. No lo había advertido porque la visión del lugar me quedaba limitada a la observación por la mira. Me sentía como si hubiera pateado el penal del campeonato afuera.
Metí la mano en la mochila, saqué la linterna y lentamente emprendí el regreso mientras pretendía vanamente (como siempre) calificar los hechos de la vida como justos o injustos intentando justificar mis conclusiones de mil modos distintos.
Felizmente hoy es posible, con una sola mirada a un gráfico balístico, que un tirador principiante pueda tener en cuenta no solo el detalle que me llevó al error sino muchos otras variables que anteriormente llevaban años de historias transmitidas en campamentos y pruebas balísticas de todo tipo, cuando quien escribe(y algunos de los que leen) jamás hubiera soñado con el famoso “Chairgun”.
- danpa
- Forista expulsado
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- Registrado: Jue Jul 06, 2017 7:58 pm
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
¡¡¡Muy lindo relato!!! Lucio....pensar que en los años 60 pateaba los montes solo el rifle pelado y un puñado de balines, cuanto tiempo ha pasado, no existía la telefonía celular, los televisores eran en blanco y negro, no precisábamos internet, ni wsp ni ninguna red social a veces la tecnología me apabulla.
Abrazo " Maestro"
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- Ubicación: Esperranza- Rosario
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Excelente relato!! Comparto la epoca con danpa, aunque yo lo hacia a principios de los 70 y recorria el monte con mi senior 4.5 pegando tiros increíbles y errando tiros increíbles
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Diana 27 4.5. Stoeger A30 5.5 nitro. Cometa 300 4.5. Hatsan 125 6.35. AA Prosport 5.5 fac
- patagonico
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- Ubicación: Comodoro Rivadavia - Patagonia
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Jorge Luis Borges hubiese disfrutado el relato .......el pato seguramente merecía seguir viviendo, ya era suficiente con todo lo que te hizo sentir.......no era necesario ser inmolado..........
Agur egin.- Alberto.-
Miembro del DPG
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- RichardHartley
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Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Pato 1 - Lucio 0
Este resultado dio pie para el excelente recuerdo/ relato que tanto nos atrapa.
Un fuerte abrazo y queremos más.
Este resultado dio pie para el excelente recuerdo/ relato que tanto nos atrapa.
Un fuerte abrazo y queremos más.
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- Mensajes: 620
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Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Tal cual. Hoy lo veo así.patagonico escribió: ↑Vie Abr 19, 2019 6:10 pmJorge Luis Borges hubiese disfrutado el relato .......el pato seguramente merecía seguir viviendo, ya era suficiente con todo lo que te hizo sentir.......no era necesario ser inmolado..........
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- Registrado: Lun Oct 29, 2018 8:58 pm
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
me hiciste ca#@r de risa. No vayas a creer que no busqué revancha. Lo que pasa que el ánimalito migra y no los volví a ver, por eso coincido también con Patagonico.RichardHartley escribió: ↑Vie Abr 19, 2019 7:48 pmPato 1 - Lucio 0
Este resultado dio pie para el excelente recuerdo/ relato que tanto nos atrapa.
Un fuerte abrazo y queremos más.
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- Usuario
- Mensajes: 2012
- Registrado: Dom Jul 24, 2016 3:21 pm
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Tenes una facilidad para relatar y uno se siente dentro de la historia....
Me gustan estos relatos....
Estan buenos
Slds
Me gustan estos relatos....
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Slds
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- cuatrimoto
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- Registrado: Vie Mar 15, 2013 4:13 pm
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Excelente Lucio!! Que buenos remates de las historias, digo por ésta y la del comadreja. Se nota que actualmente estás de acuerdo con que el pato debía vivir, porque en el relato, en algún momento que no se cuál es, yo me empecé a poner del lado del pato, je y me gustó mucho el final!, obviamente que vos sos el que provocás eso, q quiera q se salve el pato, jajaja. En serio muy bueno.
Una recomendación si me permitís, es ponerle al post Relato: "Maldito---" o Historia: "---" me pasó de no abrirlo x creer q era un post donde no podías instalar el chairgun. ....Por suerte la curiosidad pudo más, sino me lo perdía, je. Saludos.
Una recomendación si me permitís, es ponerle al post Relato: "Maldito---" o Historia: "---" me pasó de no abrirlo x creer q era un post donde no podías instalar el chairgun. ....Por suerte la curiosidad pudo más, sino me lo perdía, je. Saludos.
- Toyi
- Gran usuario
- Mensajes: 2613
- Registrado: Lun Abr 20, 2009 9:44 pm
- Ubicación: Olavarría
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Lindo relato.
A quién no le paso?
A quién no le paso?
"Nunca se meta ni pase por juez de problema ajeno..."
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Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Tal cual Toyi. Gracias por tu comentario.
- Larsson
- Usuario
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- Ubicación: Salto
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Excelente relato, Lucio!
Hace muchos años, para mi cazar un pato con mi resortero chinito y balines de mala calidad era el premio mayor y un gran desafio, ratos largos de esperas escondido en algún tajamar esperando a que bajara alguno!!
A esa edad, la sensación era como cazar un padrillo!!
Un abrazo!
Hace muchos años, para mi cazar un pato con mi resortero chinito y balines de mala calidad era el premio mayor y un gran desafio, ratos largos de esperas escondido en algún tajamar esperando a que bajara alguno!!
A esa edad, la sensación era como cazar un padrillo!!
Un abrazo!
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- Mensajes: 620
- Registrado: Lun Oct 29, 2018 8:58 pm
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Y si, tal cual. Muchas gracias Larsson.
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- Mensajes: 146
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- Ubicación: Lujan
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Sos el Landriscina de la caza!!! Excelente.
Quedo a la espera de otra atrapante historia.
Gracias por compartirla.
Abrazo Nacho.
Quedo a la espera de otra atrapante historia.
Gracias por compartirla.
Abrazo Nacho.
Shark 5,5; regulador DR; Nikko stirling 3-9x40; inflador DM (mod).
Red target CP1, Bulk Drago.
HP 900 bullpup; Fox 3-12x44.
Red target CP1, Bulk Drago.
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- Registrado: Lun Oct 29, 2018 8:58 pm
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Gracias por el mimo Nacho. En cualquier momento sale otra.
- randall58
- Usuario Avanzado
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- Registrado: Dom Mar 13, 2011 10:48 pm
- Ubicación: Plumas Verdes
Re: "MALDITO CHAIRGUN"
Muy lindo relato.!!! Felicitaciones.
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- Mensajes: 620
- Registrado: Lun Oct 29, 2018 8:58 pm